miércoles, 23 de septiembre de 2009

EL ARTE POPULAR EN LATINOAMÉRICA

En 1921, año del primer centenario de la independencia mexicana, una exposición denominada Las artes populares en México, que se exhibió en Los Ángeles y en México, sirvió de marco a la expresión de un ideario muy concreto. A su cabeza se encontraban algunos de los pintores mexicanos más destacados del momento, como Jorge Enciso y Roberto Montenegro. Y uno de ellos, Gerardo Murillo, conocido bajo el seudónimo de Doctor Atl, publicó lo que puede considerarse como el catálogo de la muestra; allí se ofrecen los criterios que nutren una manera de identificar lo popular con lo indígena. A partir de ese momento, el círculo más progresista de intelectuales y artistas mexicanos hizo del arte popular uno de sus objetivos preferidos. La importancia de este movimiento rebasó los límites de la República y pronto transmitió sus inquietudes a otros puntos del continente americano. Perú llevó a cabo su propio descubrimiento del arte popular de mano del pintor José Sabogal.
Por ello no es extraño que en ocasiones se dude en considerar si lo que se llama arte popular es una realidad o una categoría ficticia que va variando a cada paso, creada precisamente a partir del momento en que colectivos ajenos a su producción y a su uso deciden incorporar sus obras al terreno de lo decorativo, incluyéndolas en un espacio en el que destacan por su diferencia y por su exotismo.
Las peculiaridades del arte popular latinoamericano añaden complejidad al tema, ya que la diversidad de sus fuentes enriquecen su producción. Se puede señalar el comienzo del siglo XX como el punto de partida del nacimiento de una reivindicación de la producción artística de las poblaciones campesinas, como depositarias de unos ancestrales valores culturales a los que pretenden servir los ideales políticos del momento.
Pero el debate sobre la construcción de lo cotidiano y los instrumentos que facilitan el diálogo del individuo con el mundo sobrenatural, en un entorno multicultural como es el americano, no debe simplificarse haciendo del artesano o del artista popular una figura demasiado cercana a la del buen salvaje de Rousseau.

No hay comentarios:

Publicar un comentario